jueves, 23 de noviembre de 2006

Imaginando un Futuro Google: Escenario 3 (circa 2020)

GOOGLE HA MUERTO
El alguna vez invencible motor de búsqueda cae presa de intrusión a la privacidad, optimizadotes y Microsoft.

Fue hace quince años, cuando Google estaba en su camino a la cima, que las semillas de su muerte fueron plantadas. No solo fue el acuerdo de 2005 con AOL de introducir pesadas publicidades gráficas impopular en lo que alguna vez había sido un espartano sitio de búsqueda, pero fue el año en que los optimizadotes de motores de búsqueda, o SEOs, se convirtieron en una molestia. Los optimizadotes podían, por una suma de dinero, ajustar qué tan importante su sitio aparecía ante los algoritmos de búsqueda PageRank de Google mediante, por ejemplo, hackear el sitio de una universidad para que incluyera un link a su sitio.
A pesar de la titánica lucha entre los más altos tecnólogos de Google y los SEOs, en poco tiempo muchos de los resultados de búsqueda populares se vieron tapados de irrelevantes (y apenas legibles) sitios comerciales y pornográficos. Mientras tanto, virtualmente nadie intentaba optimizar resultados en el motor de búsqueda MSN de Microsoft, que tenía mucho espacio para mejorar y al mismo tiempo mantenerse por debajo del radar de los SEOs.
Cuando la calidad de los resultados bajó, también lo hizo el negocio publicitario de Google. El mercado de anuncios en Internet resultó ser mucho más blando que lo que cualquiera había predicho (excepto el CEO de Microsoft Steve Ballmer).
La movida más inteligente de Ballmer, en 2008, fue comprar una compañía llamada Snap.com. En Google, un anunciante pagaba cada vez que un usuario cliqueaba su anuncio. Con Snap, el anunciante solo pagaba si el usuario hacía algo útil después de cliquear, como comprar un producto o completar una encuesta.
Google siguió adelante, intentando modificar PageRank y redoblando sus apuestas a largo plazo. La estrategia habría funcionado de no ser por un ex empleado descontento que hackeó la intranet de la empresa y empezó a molestar mujeres en el área de San Francisco, California, utilizando información acerca de sus hábitos, extraídos de sus Google ID. Después de haber encarcelado al depravado en 2017, sus víctimas demandaron a Google. El caso hizo titulares en todo el mundo.
En el mes siguiente, grupos pro-privacidad y de libertades civiles que habían estado quejándose del intrusito esquema de recolección de datos de Gmail desde 2004 finalmente tuvieron su día en el Congreso. Luego, el Departamento de Justicia abrió una doble investigación en contra de Google: la primera acerca de violaciones a la ley anti-trust, la segunda sobre anteriores alegatos sobre fraude de clics (mediante los cuales competidores inescrupulosos crean programas para cliquear en avisos repetidamente y costarle a la competencia muchísimo dinero).
De un día para el otro, la cuidadosamente armada imagen de “No Hagas Mal” de Google se vio irrevocablemente mancillada. Microsoft, el odiado monopolista antes del ascenso de Google, se veía ahora como la empresa más confiable, irónicamente. MSN empezó a verse como el mejor motor de búsqueda y los anuncios de Microsoft la mejor apuesta para llegar al otro lado. Intentos de abrir nuevas líneas de negocios en drogas genómicas y manufactura de proteínas no pudieron salvar a la marca Google.
Este año la empresa, cuyo capital humano ya había huido, fue adquirida por Microsoft. El precio de venta de $25 por acción fue menos del 5% del pico histórico de Google, así y todo fue descrito por los analistas como “demasiado generoso”, debido a la deuda de 50 mil millones de dólares que acarreaba Google. Siendo que la mayoría de los activos de la empresa ya habían sido subastados judicialmente, muchos creen que Microsoft compró a Google más por una rivalidad histórica que por un motivo económico.

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