sábado, 26 de marzo de 2011

¿Piratería o un modelo de negocios inadecuado?

La historia de las empresas que no supieron adaptarse a los cambios (muchas veces violentos) de los mercados siempre han culpado “al otro” por su inhabilidad para adaptarse.

Los botoneros franceses en el siglo 17 vieron cómo algunos fabricantes lograban productos de mucho menor costo al fabricarlos de tela comprimida en lugar de madera, nácar y carey; hicieron su “lobby” al gobierno de turno hasta que lograron prohibir y sancionar a los fabricantes de la nueva técnica. Pero no se quedaron ahí, reclamaron el derecho a buscar en los hogares de las personas y multar o arrestar a los ciudadanos comunes que encontraran utilizando los productos “subversivos”.

Los Luditas que quemaban en 1812 las hilanderías recién industrializadas en Inglaterra culpaban a las nuevas máquinas de vapor de dejarlos sin trabajo, ya que consideraban esas “máquinas infernales” como competencia desleal.

¿Cuántos fabricantes de carros tirados por caballos o bueyes se dedicaron después a fabricar automóviles?

NINGUNO.

Henry Ford fue ingeniero de la Edison Illuminating Company antes de dedicarse a fabricar automóviles. Peugeot fabricaba bicicletas. Los hermanos Renault trabajaban en la empresa textil de la familia.
Con esto quiero decir que de los cientos de empresas que fabricaban carros, criaban caballos, fabricaban látigos, ruedas y otros enseres de la tracción a sangre, ninguna hizo el salto al automóvil, a pesar de tener el “expertise” y el “know-how” del transporte de personas.

Con la masificación de la radiodifusión comercial en los EEUU, las compañías disqueras de la época (algunas de las cuales sobreviven hasta el día de hoy) lloraron amargamente acerca del fin de su negocio porque la radio las dejaría fuera de carrera.

Lo mismo pasó con Hollywood durante la masificación de la televisión y la industria cinematográfica. Ya mucho más cerca de nuestra época, con el nacimiento de la videograbadora hogareña en BETAMAX (luego superada por el sistema VHS), la compañía cinematográfica Universal City Studios, Inc. le inició una demanda a Sony Corporation of America alegando que el uso de la videograbadora hogareña “destruiría” el negocio del cine. La corte suprema de justicia de los EEUU en su fallo 464 U.S. 417 (1984) dictaminó que el uso de la videograbadora en el hogar no vulneraba los derechos de los titulares de la propiedad intelectual de la industria cinematográfica, brindándonos la posibilidad de grabar ahora y ver más tarde (lo mismo que hoy en día, pero con cinta en lugar de discos rígidos).

Y en esta época de piratería, aunque la industria cinematográfica sigue gritando que los piratas la van a dejar en la bancarrota, los ingresos por ventas de entradas al cine en EEUU superan los diez mil millones de dólares.

En resumidas cuentas Blockbuster, Sony Music, UMG y Warner Music (entre otros) son fabricantes de carretas en el mundo del Modelo T, languideciendo y muriendo por causa de su propia desidia.

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